jueves, 26 de abril de 2012

BONJOUR MONSIEUR





Pocas cosas quedan que añadir a todo lo que se ha dicho sobre esta novela, cautivadora, fascinante y llena de poesía e imágenes rotundas: La siesta de M. Andesmas, de Margarite Duras ( Gia Dinh, Vietnam, 1914  París, 1996), un nuevo acierto de la Editorial Demipage. En esta narración está M. Andesmas, un perro que pasa, una niña que no sonríe y la mujer de un constructor. Pero, además, está Valerie, la hija de Andesmas, que no se hace corpórea pero que transita por el texto con una fuerza plausible y demoledora que es, a la postre, la pieza que engarza el texto. La pasividad de M. Andesmas es únicamente corporal, una pasividad de espera, de tranquila observancia y paciente demora. Un duermevela donde en apariencia no sucede nada, pero que encierra toda la lírica de una novela espléndida, reflexiones sobre la pasión, el deseo, y una incertidumbre que llena de palabras y belleza la inquietante tarde de M. Andesmas.



Hay una tensión erótica que nunca termina de suceder, que tiene al lector expectante ante algo que siempre está a punto de ocurrir y nunca termina de pasar, al menos, no como en un principio se imagina. La mujer del contratista se acerca a M. Andesmas y le inunda con el olor de sus cabellos, le susurra con un aliento cálido y provocador, pero Andesmas vaga por sus recuerdos, por la risa de su hija, por la letra de la canción que sube desde la plaza del pueblo y se cuela por las ramas arbóreas que circundan la casa.
Juega Duras con varias técnicas narrativas, y el presente se entremezcla con el pasado, con las voces que regresan y la memoria que fluye como un inagotable caudal poético, y un futuro oculto en tanto que revelador. Pero por encima de todo está el placer irrefrenable de la lectura, la infinita sensibilidad poética y literaria de Duras, la sensación –primero-, y la certeza –después-, de tener entre las manos una obra maestra. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario