jueves, 8 de noviembre de 2012

POR LA SENDA DE LA HIGUERA







Un muerto que son dos o, quizá, en verdad sólo uno. Un escritor sin ideas que se convierte en investigador privado, un baúl cargado de libros que se termina siendo una librería... estos son algunos de los elementos que Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923), se saca de la chistera de mago de las palabras para su última novela, Solo un muerto más.
Desde el interior mismo del texto, Ramiro Pinilla escribe una novela negra no al uso, aunque sí con los elementos clásicos de la misma, pero que el escritor hace llegar más allá con aderezos de honda literatura. Una trama bien construida que atrapa, que propone que sea el lector quien vaya descubriendo los acontecimientos a medida que se suceden, no dando pistas falsas, ni extraños giros sin sentido. Desde la primera página, Ramiro Pinilla nos deja claro que vamos a ser una especie de Doctor Watson del investigador.




Sancho Bordaberri, cansado de recibir sus novelas devueltas de las editoriales, decide investigar un crimen cometido hace tiempo en Getxo, y nunca resuelto. Para ello decide convertirse en Samuel Esparta, Investigador Privado. Ese crimen le proporcionará un “tema” para la novela. Los gemelos Altube son atados a una argolla de pesca en la playa, esperando que suba la marea. Uno muere y el otro no. Este es el punto de partida de la investigación.
Lo que Ramiro Pinilla hace, con acierto y maestría, es llenar de literatura la novela negra, crear la historia de la nada, desde el prisma de Sancho Bordaberri, escritor. Crea, a través del escritor, la trama y el personaje (Samuel Esparta), dotando al texto, además, de un profundo sentido humano.

martes, 23 de octubre de 2012

LA VIDA MIENTRAS TANTO





¿Cuántas veces, alguno de nosotros, no hemos estropeado algo por no callar a tiempo?. Eso es lo que constantemente hace el protagonista de La Adolescencia de Basil Duke Lee, de Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 1896 – Hollywood, 1940). Aunque, como en todo relato iniciático, la multitud de detalles que vagan por el texto son, a la postre, lo verdaderamente importante, y todo, con esa elegancia literaria que caracteriza a Francis Scott Fitzgerald. La historia nos lleva desde que el protagonista, Basil Duke Lee, tiene once años, hasta los diecisiete. A través de hechos aparentemente intrascendentes, Scott Fitzgerald nos sumerge en el mundo interior de Basil, en sus flirteos con las lecturas, en su torpeza con las chicas, fruto, no obstante, de su desesperada obsesión por agradar, por parecer resuelto.





El texto, lleno de matices, nos sumerge en el mundo adolescente sin aspavientos innecesarios, con la sutileza de quien sabe a la perfección sobre qué escribe, y lo hace desde el convencimiento de que aquello que cuenta, en el fondo, no guarda demasiada distancia con uno mismo. Un libro mayúsculo, escrito por entregas como necesidad, pero que da como resultado un texto lleno de humanidad, a veces violento en sus determinaciones, lleno de susurros literarios, enseñándonos el abismo, poniéndonos al borde de un precipicio al que nosotros, y únicamente nosotros, debemos encontrarle el sentido último.


sábado, 29 de septiembre de 2012

ESCENARIOS COMUNES




Con un sentido profundo y estético de la poesía, Inma Arrabal Cano (Jerez de la Frontera) recorre unos escenarios existenciales batallando con el propio verso, de esa forma en que la realidad es vista pos los poetas. Los paisajes habitados, el pretérito dolor, o remembranzas de noches de tormenta, son los cauces por donde Inma Arrabal hace navegar su escritura. Desde aquí se ve lejano el Sur, comienza uno de sus poemas. Lejano en el espejo de la cotidianeidad, pero no por ello olvidados en la palabra de la poeta. Un tiempo en que Las horas se tendían hacia el alba, en que La emoción cosquilleaba mis párpados, un tiempo, en definitiva, vivo aún en la memoria, en ese lugar que Inma Arrabal, de forma privilegiada, hurga con el acierto imprescindible para decir Y ahora quiero recordar lo que viví.
Sin caer en artificiosos sentimentalismos, no huyen estos versos del dolor, Minetras allí, en mi tierra / las palmas siguen blancas, / verdes las ramas del olivo, […], Aquí te dejo las penas. Ni huyen del presente, de la vida que entra por las sombras, bien al contrario, asienta con firmeza los pies en la realidad para, desde ella, decir, Y yo, sobreviviendo en este agujero / de tela enmarañada, / procuro mantener con vida el recuero / y lo disfrazo de melancolía.





La poesía exige, para entrar en la tierra de la infancia, la imperturbabilidad necesaria para ser fiel con uno mismo. Eso hace, de forma bella y lírica, Inma Arrabal, y disuelve las penas y alegrías con un latido poético que convierte en literatura, en una geometría exacta del compromiso con ese rincón de la memoria donde todos guardamos nuestra historia, azoteas de luz tamizada, ausencias, cangilones de vida y algún que otro sonrojo. Una tierra por la que entramos de la mano de Inma Arrabal, ¡Cuántas veces entré por la abierta cancela, / sin tocas la campanilla, zaguán adelante, / hasta el patio grande de la casa…!.

jueves, 27 de septiembre de 2012

HAGAN SUS APUESTAS




A veces uno va postergando la lectura de una novela por el mero hecho de retrasar el placer, el hondo poso de literatura que algunos textos nos dejan. Eso me ha pasado con El Jugador, novela de Fiódor Dostoyevski (Moscú 1821 – San Petersburgo 1881). Una novela con tintes autobiográficos donde se relata la adicción al juego, con la narración cruda de Dostoyevski y su falta de concesiones a la artificiosidad  literaria.
Las condiciones personales bajo las que fue escrita esta novela no deja de resultar sorprendentes. Acuciado por las deudas (de juego, claro), Dostoyevski debía cumplir con un contrato firmado tiempo atrás donde se comprometió a la entrega de un original a su editor, Stellovski. Así, en poco más de una semana, Dostoyevski tenía terminada esta novela. Por más que el genio de Dostoyevski esté fuera de toda duda, no debemos caer en la falsa consideración de pensar que todo fue así de fácil. Dostoyevski tenía la novela en la cabeza desde hacía años, una novela que tratara el tema del juego, de su adicción, del vicio incontrolable de sentarse ante una mesa de ruleta, una suerte de expiación, de terapia sobre su propia ruina.





Alexei Ivanovich es algo así como un profesor particular encargado de la educación de los hijos de un general ruso. Adicto al juego, a veces acepta el encargo de jugar para otros, de manejar las apuestas que, como ríos de un caudal inagotable, otros ponen en sus manos. En la ciudad (creada por Dostoyevski) de Ruletenburgo, además del juego se nos relata la vida de esos rusos que viajaban por Europa, sus costumbres, las falsedades de los amores, los intereses creados, no en vano, el general y toda su cohorte esperan ansiosos la muerte de la abuela para heredar.
Un texto, en definitiva, cargado de ese realismo crudo de Dostoyevski, con su magistral forma de presentarnos los hechos, la historia, sin más ambages que la objetividad. Tantas cosas se han dicho sobre la novela y su autor, que únicamente me queda recomendar encarecidamente su lectura.

jueves, 20 de septiembre de 2012

ENVUÉLVALO PARA LLEVAR




A Enrique Vila-Matas (Barcelona 1948) lo voy leyendo en distintas direcciones. A cada nueva entrega, le hago un guiño a alguna de sus entregas anteriores. En Historia abreviada de la literatura portátil se cuenta la creación, desarrollo y posterior desaparición de la sociedad secreta de los Shandys (personaje de la novela de Laurence Sterne), o de los portátiles, de la que formaron parte, más o menos activa, artistas como Duchamp, Scott Fitzgerald, Walter Benjamin, César Vallejo, Rita Malú, Valery Larbaud, Pola Negri, Berta Bocado, Alberto Savinio o Georgia O’Keefe. Esta obra, una de las más celebradas del autor, es un punto de inflexión en su escritura, si tenemos en cuenta que celebra la literatura como un todo que engloba ese aspecto casi místico de viajar en (y con) los libros.
El aspecto fundamental de los shandys ha de ser que la obra sea transportable, es decir, breve, casi efímera, bosquejos, trazas de literatura portátil. Tocados con algo de locura, insolentes y rígidos en su arte, un rasgo los caracteriza por encima de todos: la soltería, como una especie de inatadura literaria imprescindible.





Vila-Matas escribe un texto casi perfecto, al que dota de verosimilitud con esa capacidad creativa que lo caracteriza. Su escritura fluida, lúcida, casi transparente, original y provocadora casi siempre, parte de la evolución, o, para darle un toque más a lo Vila-Matas, de su autoevolución dentro de la literatura, de su propia literatura, que es ya, por sí misma, un pasajero de sus propios libros.
Otras consideraciones aparte, Enrique Vila-Matas es uno de nuestros grandes escritores, un escritor que traspasa las fronteras de la literatura para convertirse, él mismo y sus textos, en parte fundamental de su escritura, en un fundamento mismo de quien escribe desde ese lado salvaje y clarividente de las letras.



lunes, 17 de septiembre de 2012

GENIAL, POR DESCONTADO




Varios años después de su muerte, Tess Galagher, su viuda, encuentra y publica una serie de relatos bajo el titulo Si me necesitas, llámame, de Raymond Carver (Clatskanie, Oregón, 1938 – Port Angeles, Washington, 1988). Una serie de cinco relatos perturbadores, como lo son todos los de Carver, donde parece que nunca ocurre nada, pero donde, por el contrario, se encuentra esa literatura casi subterránea, inmisericorde con el ser humano, insensible a veces y corrosiva siempre. En los relatos de Carver, como en una expiación de su propia vida, hay alcohólicos, hombres que se alejan para empezar de cero, nuevas esperanzas no siempre adivinadas, y una continua espera del porvenir.
Mucho se ha dicho y escrito sobre Raymod Carver pero, a la postre, lo que nos interesa es su legado literario, ese escueto resumen de vidas que es su escritura, esa casi monotonía de sus relatos que nos asalta desde los desencuentros, desde la reconstrucción pasiva de unos personajes a los que trata como tal vez se trató él mismo.
Tal igual que el alcohol, que inunda su obra de tragos anochecidos y en apariencia reconstituyentes, otra constante recorre estos relatos: la madera, probablemente como transposición del padre alcohólico que trabajó en un aserradero.





Fantasmas, perdedores, alcohol y habitaciones impertinentes componen su universo creativo con esa luminosidad de lo mínimo que Carver crea desde la inmisericordia de una agilidad escritora sin consideraciones a lo innecesario. Pero no caigamos en la trampa. Debajo de esa lúcida sencillez, tras ese poso melancólico y triste, Raymond Carver crea siempre algo apasionante, estéticamente bello y poético, con una mansedumbre que es a veces el reflejo de esa escritura intensa y completa  que trasciende al papel donde está, como en espejo, reflejada. 


jueves, 13 de septiembre de 2012

PRISIONEROS DEL PARAÍSO



Es esta una obra que emociona y conmociona. Su crudeza no está reñida con la innegable calidad literaria de un texto que tiene un lugar privilegiado en la literatura de nuestro país. Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), plasmó una de las más bellas, emotivas y crueles estampas de la guerra civil española, Duelo en el Paraíso. Anónima quizás, pero de ahí precisamente, de ese anonimato del que surge la historia, surge también la inmisericordia de lo narrado.
Un grupo de niños huérfanos, refugiados de la guerra civil, convive en una finca del pirineo catalán, El Paraíso. Como en un juego infantil, esos niños emulan la guerra que ven y padecen, las batallas, los escarceos guerrilleros de los mayores, tan a conciencia, tan metidos en el conflicto, que terminan dando muerte a un niño vecino, Abel Sorzano.






Con una prosa magistral y elegante, Juan Goytisolo va reconstruyendo la vida del niño Abel Sorzano, su llegada al pueblo, la relación con su tía moribunda y malhumorada y con su prima enamoradiza, con la guerra y los demás niños. Una novela, en definitiva, llena de matices, de sensacional literatura, un texto que muestra la altura literaria de Juan Goytisolo a sus 23 años (edad con la que escribió la novela), y hoy desgraciadamente sólo encontrable en librerías de viejo, lo que tendría que hacer reflexionar al gremio editor.
A pesar del tiempo, la novela está de total actualidad, por el tema, pero, sobre todo, porque los sentimientos no caducan, porque seguimos con el odio enquistado, con la revancha tiritando de rabia, y eso, aunque no lo parezca, es también literatura, que, en la pluma de Juan Goytisolo, trasciende de las páginas, del texto y de la vida para convertirse en magistral relato. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

DIGNIDAD




Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) siempre me deja con ganas de más. De más literatura grande, de su narrar sostenido e intenso, porque Hidalgo Bayal es uno de los autores que mejor escriben en este país. En Campo de Amapolas Blancas, echa mano de la memoria, con esa forma prodigiosa y letal que tiene de presentarnos las historias, el tiempo, los cines y los viajes, los amores iniciaticos, en fin, la vida misma, bajo su prisma particular y estético.
La narración nos traslada a los años sesenta y a su relación con H (letra muda), del que no sabemos su nombre y, por eso mismo, es la focalización literaria de todos los descubrimientos juveniles, de las ansias infinitas de libertad. El tiempo los distancia, los aleja como a dos gotas de lluvia que cayeran en países diferentes, tan similares en su lejanía, en ese París bullicioso y efervescente que los dos descubren con la nostalgia de saberlo efímero. Un paseo, una silueta avejentada y triste, encorvada por los años y las desgracias, es el punto de donde parte el resorte que activa la memoria.



No hay en su escritura autocomplacencia ni idealización (ni de la juventud, ni de la libertad o liberación), no se deja llevar por el caudal inmenso de los recuerdos, ni cae en falsos artificios novelísticos. Es, por el contrario, la contención de su decir, la meticulosa precisión de sus palabras, lo que atrapa, lo que nos deja ante el bullir de lo que cuenta como una necesidad de seguir los pasos de tanta exactitud literaria.
Hace bien Hidalgo Bayal en seguir siendo un escritor independiente (ya saben a lo que me refiero), justo y apasionado, con una enorme dignidad hacia su propia literatura. Está en lado más limpio de las letras, en el lugar desde donde escribe quien sabe que esto de la literatura no es un juego. 


martes, 4 de septiembre de 2012

ENTRE LAS MANOS APRETADAS




2666, y ahí me quedé. Todo lo que ha escrito Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953 – Barcelona 2003), ha sido para llegar a esa novela (lo de antes) o para partir de esa novela (lo de después) hacia otros lugares. Alguien me ha dicho que el estilo de Roberto Bolaño es, precisamente, que carece de estilo, por lo que podemos asegurar que tiene un estilo propio, un universo firme y peculiar, intenso, que lo ha llevado a explorar otras latitudes de la narración. En Amuleto, narra las vicisitudes de Auxilio Lacouture, que, tras quedar encerrada en el baño de la facultad de filosofía y letras durante la ocupación policial de 1968, emprende un camino memorístico que no sólo la lleva a la remembranza del pasado, sino que proyecta, más allá del tiempo presente, un futuro que vislumbra con la misma clarividencia. De ahí que la realidad de su pasado se alce a una especia de vida visionaria, como un dolor que redime.




Su irregularidad narrativa es rápida, vertiginosa, como si fuera saltando entre casualidades, entre retazos de historias sueltas que conforman, a la postre, el núcleo de un texto que recorre parte de la intelectualidad mexicana en un monólogo trepidante y descorazonador, a ratos inconsciente, otras veces hondo y simbólico. La cotidianeidad, la inocencia, el descubrimiento de la propia condición, se van alternando con la vinculación que Auxilio Lacouture tiene con escritores como León Felipe, Pedro Garfias o Arturo Belano, en una suerte de dispareja relación que ocupa un escenario de paisajes nocturnos y ámbitos distantes. Una novela, en resumen, que no defrauda, que muestra la altura literaria de un escritor prematuramente desaparecido y que ha dejado un legado que, a buen seguro, nos irá llenando las papilas gustativas de una buena lectura.

lunes, 20 de agosto de 2012

UN SOLO DE TROMPETA





Lo que en un principio iba a ser un manual al más puro estilo turístico, desembocó, en las manos de Boris Vian (Ville-d´Avray 1920- Paris 1959), en un recorrido por el mito del barrio de Saint-Germain-des-Prés. Desde su arquitectura, sus negocios y sus bulliciosos cafés, hasta las cuevas, los personajes y las anécdotas que allí acontecieron, Boris Vian nos sumerge de lleno en la vida del barrio, con su estilo irreverente y moderno, con la ácida mirada de quien fue testigo directo de lo que cuenta.
Después de un exhaustivo estudio geográfico y sociológico, nos abre las puertas de míticos locales como el Lipp, el Deux Magots, el Tabou o el archiconocido Flore, plagado de personajes como Queneau, Sartre, Gide, Camus o Simone de Beauvoir. Pero sobre todo habla de libertad, de costumbres, y desmitifica creencias como la del existencialismo, o la de que todos fueran unos borrachos degenerados.



  
La música, pasión de Boris Vian que colocaba por encima de la literatura misma, está presente en todo el texto. A veces de forma evidente, con su devoción por los jazzman y, otras veces, sobrevolando la narración como si él mismo fuera el músico solitario encima del escenario, que más que narrar crea el ambiente propicio para la narración misma, con su prosa potente, desgarrada como un solo de trompeta, de un efecto que causa una conmoción directa, con todos los matices de una vibración sonora.
La brevedad de sus retratos no son, por el contrario, esquemas, sino más bien una versión interpretada con la ironía natural de su escritura, como un ejercicio de estilo propio de Queneau, con una plasticidad tan rotunda como lo es este Manual, este emblema que es, a su vez, crónica de otro emblema, de la época y el barrio de Saint-Germanin-des-Prés.

martes, 14 de agosto de 2012

DESDE UNA ALTURA INAUDITA




Michel Houellebecq (Saint-Pierre, Isla de Reunión, 1958) es, probablemente, presa de su proyección pública. Sobre todo para aquellos que no saben (o no quieren) separar al personaje del autor. Sus declaraciones, polémicas y atrevidas, han hecho que muchos opten por no leer sus textos. Craso error. Michel Houellebecq escribe desde debajo de la dermis, donde los sentimientos siempre oscilan, donde el espacio de la vida se mezcla, se transforma o, simplemente, ocupan el escenario del deseo. En Plataforma, Houellebecq explora, con su personal literatura, el sexo, el deseo, la soledad y las relaciones humanas, pero también la decadencia del ser humano, la degradación de occidente y la explotación del turismo sexual, sin dejar unas pinceladas al islamismo que le han valido comparaciones con Salman Rushdie.




En la novela se narra las peripecias de Michel Renault, un cuarentón solitario, misógino y mujeriego que, tras cobrar una herencia, decide dejar su aséptico puesto de trabajo en el ministerio de cultura y lanzarse a la aventura sexual de Tailandia. Junto con un grupo de franceses, explora las “gracias” Tailandesas, con un ácido sentido crítico de las guías turísticas y la realidad de lo que finalmente encuentra. Hasta que conoce a Valerie, una joven francesa por la que se sentirá traído sexualmente y luego, en la medida de sus posibilidades, sentimentalmente.
Una prosa potente, moderna e irónica que deja de lado los tapujos, las convenciones, y atrapa con feroz mano la libertad de expresión para dejarnos un texto profundo para quien sepa mirar más allá de ese primer velo de sexo explicito y duro, para quien se decida a explorar, de la mano de Michel (Houellebecq o Renault), esta plataforma desde la que se atisba la literatura de un autor que sabe desde dónde escribe.

miércoles, 1 de agosto de 2012

UNA POR UNA, UNA. UNA POR DOS, DOS...




Varias cosas aúna, en esta novela, La Variable Humana (Ganadora del I Premio de Novela Corta Fundación Monteleón), su autor, Rodrigo Martín Noriega (Tudela, Valladolid, 1976), y todas con excelente resultado. Consigue que el mundo remoto y desconocido de las matemáticas resulte ameno y agradable y, sobre todo, comprensible. A ello, constantes guiños a la música clásica, a la religión, a la filosofía, a un existencialismo que, aunque profundo y enérgico, no resulta, por el contrario, ni empalagoso ni recurrente. Se sirve el autor de una fórmula de novela negra para atrapar al lector, y lo hace con acierto, con pinceladas bien traídas en cada momento.



John Farrell, el protagonista, es un genio de las matemáticas, que consigue emular a Chopin y su música pero, y ahí está el gran descubrimiento de Farrell, no la música programada de Chopin, sino lo que Chopin hubiera compuesto de estar vivo, es decir, la continuación de la música de Chopin. Dos profesores culminan este triangulo de científicos, Samuel Bates, oscuro, poco brillante, engreído en su poquedad, y Alfred Keitel, con quien Farrell emprende la más ambiciosa investigación.
Poco más hay que decir aquí. Deberá ser el lector quien encuentre los entresijos de esta magnifica narración, quien transite estas páginas brillantes y se deje llevar por la prosa clara y concisa de Rodrigo Martín Noriega, no exenta de una pulcritud y un profundo sentido de la literatura. Una nouvelle ambiciosa escrita por un autor con un innegable talento literario.

viernes, 27 de julio de 2012

EL HOMBRE SIN CABEZA




Bajo la sombra de una pesquisa periodística en torno a un crimen, Antonio Tabucchi (Vecchiano 1946 – Lisboa 2012), nos adentra por un territorio de variada literatura. El gitano Manolo encuentra el cuerpo (sin cabeza) de Damasceno Monteiro; el joven periodista Firmino se desplaza a Oporto para el seguimiento; y Tabucchi diseña, desde las primeras líneas, toda la densidad literaria de una profunda reflexión. Hablamos de La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, un intenso relato de tensión sostenida. Toda la obra aporta la diversidad de la duda, las múltiples contradicciones de una sociedad compuesta por la ambigüedad y el secretismo. Tabucchi utiliza la muerte como punto de partida de una intimidad que los personajes van, más que creando, descubriendo a medida que el texto avanza y van apareciendo otros personajes (sublimes como todos los que crea Tabucchi), y el destino trágico y milenario marca el texto como un drama extraordinario.




Punto culminante de la novela son las conversaciones entre el joven Firmino y el abogado Fernando Diogo Maria de Jesús de Mello Sequeiro, más conocido como Loton, donde Tabucchi despliega una inteligencia que, a la vez que perfila y define a los personajes, dota al texto de un hondo contenido humano y casi filosófico. Por otro lado está ese tono desesperanzado y triste, gris como Lisboa (y Oporto) en invierno, que asoma intensamente en cada línea; una evocación constante que ocupa el espacio que siempre parece (y aparece) a punto de quebrarse, pero al que Tabucchi muestra una mínima rendija de luz por donde expandirse. Construye, con todo esto, un perfecto relato que convierte a Antonio Tabucchi en uno de los escritores fundamentales de la segunda mitad del siglo XX.

lunes, 23 de julio de 2012

LAS FORMAS DEL AGUA





Todo en esta novela, Los Nadadores, de Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), nos lleva a la soledad. Porque la natación es un deporte individual, solitario, donde el agua es un medio de supervivencia personal, al igual que la fotografía, esas fotografías de paisajes solitarios, de instantes donde todo ha ocurrido ya o, por el contrario, donde está por suceder, pero, en cualquier caso, donde late la simbología de un mundo culminante e involuntario. Ese es, en cualquier caso, el escenario de la cotidianeidad de Jonás, un joven que deambula por la urbanidad de una ciudad inconclusa que se va desmoronando con el sonido lento y punzante de las desapariciones.
Con un ritmo donde la natación es un acto repetitivo, a veces sanador, a veces asfixiante, Joaquín Pérez Azaústre utiliza el fraseo largo, el caudal de un lenguaje que lleva en su lentitud la efímera condición de nuestra identidad. Ahonda en esa desesperación, en la inquietante secuencia de los hechos, la cualidad (literaria y estética) de que esas desapariciones que se van produciendo no son investigadas, ni tan siquiera analizadas por el personaje o el escritor, sino que son utilizadas por éste como la inevitable consecuencia de la inconstancia del mundo.



A la formación que presenciamos de Jonás, se une una serie de personajes adyacentes que Joaquín Pérez Azaústre perfila y crea con una escritura precisa, y que administra con apariciones condensadas en la íntima condición de abstraer, al menos por instantes, la realidad de la vida de Jonás.
Un libro, en definitiva, pleno de matices, sutil y minucioso, lleno de ambición y estilo que marca el camino de este joven escritor que ya ha saboreado el reconocimiento en la poesía y que ahora deriva en una novela rotunda y sinuosa. 

martes, 17 de julio de 2012

TRES VECES TRES





Jean-Philippe Toussaint (Bruselas, 1957), ha conseguido crear un mundo literario propio, donde convergen, de forma evidente y concisa, una prosa minimalista, que va al fondo de lo narrado y, por otro lado, unos personajes que perfila con la intención única de servirle de hilo conductor. Lo importante no es lo que se cuenta (que también) sino sobre todo, y por encima de todo, cómo se cuenta. En esta novela, La verdad sobre Marie, tres escenas y tres escenarios centran la historia, París, Tokio y la isla de Elba. Una historia de amor que se acaba, un hombre que muere mientras hace al amor (esto me recuerda al inicio de la novela Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías), y un caballo de carreras que se escapa antes de entrar en el avión que lo debe llevar de Tokio a París. Con estas premisas, Jean-Philippe Toussaint hilvana una historia realmente poderosa, donde el lenguaje expresa la fuerza del miedo, de los fantasmas que pueblan las vidas de sus dos protagonistas.



Jean-Philippe Toussaint tiene una legión de seguidores que busca en el escritor belga esa prosa brillante, cargada de matrices y descripciones que provoca un estallido de la imaginación. Buscan esa nueva oportunidad que parece que es lo que Marie también busca, lo que ella misma ofrece en cada escena, porque las nuevas oportunidades encierran la expiación de los pecados, el deseo, el amor, y una forma personal de forma de intensidad de la vida. Jean-Philippe Toussaint intenta mantenerse al margen, ser lo mas aséptico posible, dejar que esos personajes creados a tal fin sean los que nos guíen a través de los párrafos, que sean ellos quien nos muestren el camino y nosotros seamos quien decidamos si seguimos ese camino o no. Ese camino que Jean-Philippe Toussaint nos ofrece, está cargado de belleza literaria. No olvida ninguna frase en la que dejar ese poso de escritor hondo y estético que es Jean-Philippe Toussaint.

miércoles, 11 de julio de 2012

UN VIAJE CASI IMPOSIBLE





Es curioso que siendo esta una novela negra, empiece con el cierre de una agencia de detectives. Aunque también podemos decir que no es una novela negra al uso. Calle de las Tiendas Oscuras es, sobre todo, la búsqueda de una identidad. En ella, Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945), enfrenta al narrador con la desmemoria, con el pasado encallado en una neblina que subyace en todas las calles del París de la ocupación. Página a página vamos viendo el endeble resto, la mínima huella que dejamos de nuestra existencia. Guy Roland, el protagonista que, en realidad, no sabe su nombre, inicia la exploración de su pasado con unas pistas que lo llevaran al fondo de su ser, a la realidad de su otro yo, a la necesidad de encontrar, más que la verdad, la necesidad de identificarse como algo tangible, como alguien que en realidad ha existido, más allá de ese nombre, falso y superpuesto, con el que ahora vive. Ese camino al pasado es un puzzle que iremos descubriendo a la vez que Guy Roland y, como él, tendremos que encajar las piezas sin llegar a tener todos los datos.



Original, decidida, con fogonazos memorísticos que nos lleva a lugares imposibles, donde a veces estamos perdidos, de donde salimos decepcionados, con el aliento del fracaso en la nuca; espacios sin tiempo, sin conexión aparente, donde todo parece frágil y engañoso, pero donde se encuentra la verdad, la clave para entender que, más allá de esa verdad, de una identidad o un nombre, lo que está, lo que late agazapado entre las sombras, no es otra cosa que nuestro propio yo, esa parte de la memoria, individual y personal, que nos resistimos a perder. 

miércoles, 27 de junio de 2012

EL ORDEN DE LOS FACTORES



En este caso, el orden de los factores sí altera el producto, es decir, la lectura. Después de tres libros de Antonio Tabucchi (Vecchiano 1943 – Lisboa 2012), decidí dejarlo. No me gustaron, incluso alguno, recuerdo vagamente Tristano Muere, llegó a aburrirme. Yo sabía de la existencia de Sostiene Pereira, incluso algún amigo me instó a que dejara a un lado mis reticencias con el autor y me decidiera a leerlo. Pero ya se sabe, se van postergando las cosas, se adelantan libros en la carrera de la lectura, y al final uno se da cuenta que siempre algo queda pendiente.
Pues bien. En una grata tarde (la de anteayer) he acabado con Sostiene Pereira. De la larga espera hasta su lectura sólo me queda el reproche personal e íntimo y, de la lectura con retraso de esta obra maestra, sólo me queda la felicitación (también personal e íntima), por haber postergado algunos meses esa misma lectura, ya que, de otro modo, esa tarde de anteayer se hubiera diluido hace tiempo entre otras lecturas.




Poco puedo yo decir a todo lo bueno que ya se ha dicho sobre Sostiene Pereira. Que es una obra maestra, un clásico, que Pereira es uno de los personajes mejor creados de la literatura europea del último siglo, y todas esas afirmaciones que se escriben en el fragor de las reseñas. En todo estoy más o menos de acuerdo. Pero por encima de todo está Pereira, su inagotable virtud como personaje, el crecimiento personal y ético que va teniendo en la novela, el enmascaramiento que el mismo Pereira (Tabucchi) va planteando, para luego, con una prosa tan elegante como mordaz, tan feroz como irónica, se nos vaya mostrando en toda su plenitud, en toda la extensión de la palabra literatura.
Quien esto escribe recomienda, en contra de sus costumbres, la lectura de este bellísimo texto, aun cuando nunca lo haya hecho antes ni lo haga después, sostiene. 


martes, 26 de junio de 2012

UNA VISIÓN PRIVILEGIADA DE ROMA



Fascinante, emotiva, poderosa y y de una bella sensibilidad es la prosa de Henry James (Nueva York 1843 – Londres 1916). En una cuidadísima edición de la editorial Abada, nos llega este magistral relato de la capital italiana, Vacaciones en Roma. El poder interpretativo de que Henry James hace gala de todo aquello que le rodea es portentoso. Nos presenta la ciudad paso a paso, desde el bullicio del carnaval a la soledad de los paseos por el Foro, desde las caminatas por los alrededores de la Ciudad Eterna a las salidas a caballo, excursiones en coche por la Campaña, o las visitas las Villas Borghese o Medici. Y todo ello con la belleza inigualable de su escritura fina y elegante, exquisita en su narración y en la apreciación de todo lo que ve. Como un transeúnte privilegiado, Henry James nos muestra la seductora arquitectura de Roma, a sus ciudadanos, el inesperado vacío que muestra Roma en ciertas épocas del año, cuando los turistas no abundan y el escritor se siente afortunado de poder contemplar a sus anchas.



Como un cuaderno de notas, con la sutileza de quien sabe transmitir el encanto y la hermosura que lo rodean, Henry James evoca la personal vivencia que de Roma hace, como dos amantes que se conocieran a través de los años, siempre los mismos pero a la vez distintos en cada encuentro, reencontrándose con la inocencia que quien quiere dejarse cautivar siempre por las mismas calles, las mismas iglesias, porque son los ojos los que miran con aire nuevo, los ojos que sonríen al encanto presente, a la vida que ahora mismo, en este preciso instante, muestra la belleza que como nadie supo escribir Henry James. 


miércoles, 20 de junio de 2012

VÉRTIGOS Y ABISMOS



Andrés Barba (Madrid, 1975), es un portento literario. Con su nueva entrega, Ha dejado de llover, el escritor madrileño aborda, en cuatro relatos, las situaciones íntimas y personales de unos personajes que perfila magistralmente. Lo que se cuenta no es otra cosa que ese abismo que se abre ante nosotros en ocasiones. Si ponemos a los protagonistas al borde de un precipicio, con la mirada fija en el interminable vacío, tenemos la clave de estas narraciones sorprendentes, duras a veces, territorios explorados. Es esa sensación de vértigo, la posibilidad cierta de una caída irremisible, lo que Andrés Barba nos presenta.
Como decía, cuatro relatos, o novelas cortas, componen el libro: Paternidad, Astucia, Fidelidad y Compras. En todos ellos se nos presenta la incapacidad de transmitir y exteriorizar los sentimientos, se explora esa fragilidad de los hombres ante otros, ante una especie de enfrentamiento con esas otras personas que van habitando nuestro mundo. Las relaciones paterno-filiales, la desesperación, las cosas que separan, la incomprensión, las huellas de ir viviendo, esas son las pautas narrativas de Andrés Barba. Todo ello enmarcado en Madrid, una ciudad que el escritor recorre como un transeúnte de mirada privilegiada, con ese poder apreciativo que demuestra en cada detalle, en cada palabra (nunca en vano), en cada momento estelar de la novela. Al final, es la comprensión de los otros lo que nos salva, lo que nos pone ante nuestras propias debilidades. Es entonces cuando nos comprendemos, cuando tenemos la posibilidad, cierta y efectiva, de empezar a ser nosotros mismos, de aceptar que nuestra inconsistencia vital es un rasgo con el que podemos continuar, porque es, no podría ser de otra forma, una distancia necesaria para no dejarnos demasiada piel por el camino.



Su prosa es potente, directa y urbana, un decir personalísimo que crea un mundo narrativo fascinante. La escritura de alguien que sabe que esto de la literatura va en serio, que no cae en el habitual artificio estilístico y estético con los que algunos pretenden maquillar su falta de talento, de oficio, o de capacidad. Andrés Barba sabe el terreno que pisa, y lo hace con un lenguaje elegante y depurado, con una agudeza eficaz y portentosa. 


martes, 12 de junio de 2012

QUIEN ESTUVO ALLÍ




Con su habitual estilo seco, cortante, preciso en los detalles, Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899 – Ketchum, Idaho, 1961), nos presenta, de la mano de Elba Editorial, los artículos que escribió para el Toronto Star en París. Con una ironía punzante, con un sentido de la observancia que fascina, despliega toda la lírica de París mezclando los paisajes, los cafés bulliciosos, los desalientos y el beneficio del cambio de divisas, y todo con una rotundidad absoluta. Más que una colección de artículos, estamos ante un diario, ante la crónica ácida y mordaz de un escritor que supo captar la esencia misma del periodismo como un genero más de la literatura.



Desde el París cruel y despectivo hasta los adorables paseos, todo tiene cabida en este texto de un joven Hemingway contundente, hábil y perceptivo con todo cuanto le rodea, porque todo alrededor es la vida, que él describe como golpes certeros, como la ráfaga de una ametralladora que va directo al centro de la literatura.
Hemingway está despojado de artificios, de adornos inútiles para el fin mismo de sus textos, su voz es su propia vida, verdadera, liberada de la irrealidad de presentarse con imposturas. Ya desde su juventud muestra esa habilidad narrativa que lo caracteriza, su prosa tirante, depurada, libre y penetrante como lo es la realidad.
Todo un acierto de Elba Editorial la edición de este libro bello, cuidado en sus detalles, que nos muestra el genio, la inabarcable virtud literaria de Ernest Hemingway con la deslumbrante fuerza de sus palabras, de su visión del mundo, de esa mirada concluyente que retrata con la misma agudeza el territorio del alma humana y la señora de sombrero estrambótico de la mesa de al lado. 

lunes, 11 de junio de 2012

BREVEDAD DE UN ÁRBOL




Alejandro Zambra (Santiago de Chile 1975), nos presenta su primera novela, Bonsái, que, más que una novela al uso, o más que un cuento (ya que tiene algo más de noventa páginas, en formato bolsillo), es un resumen, unos apuntes de lo que podría ser una novela. Y esto sucede porque Alejandro Zambra va al centro del asunto, no se anda por las ramas, no articula paja sobre líneas, sino que se centra en la narración con una precisión en los hechos que le otorga una fuerza desmedida.
Poeta joven y reconocido en su país, en esta primera novela nos habla de lo precario del ser humano y sus convicciones, aunque, como un bonsái, la debilidad que aparenta es sólo eso, apariencia, ya que nunca terminan de resquebrajarse esas ramas delicadas y frágiles.



Julio y Emilia viven una historia de amor común, manida en la literatura, y ese es el acierto del escritor chileno, convertir la cotidianeidad en algo distinto. Y lo consigue por la falta de sentimentalismo hacia sus personajes, a los que despoja de toda artificialidad literaria. Los utiliza como vehículo de su narrativa, como si estuvieran ahí únicamente por la casualidad del texto, para profundizar en las relaciones personales, en la mentira, ya que es mentira que ninguno de los dos, tal como afirman, hayan leído a Proust. Pero el amor permanece, aunque distinto, evolucionado (que no mejorado), ya que tras la separación de la pareja Emilia viaja a Madrid, donde se suicida, aunque de esto Julio se entera dos años más tarde.
Con todo esto, podemos decir que el verdadero aliciente de la novela es el estilo de Alejandro Zambra, su inconformismo literario, su transformación de lo narrado en una cruda realidad, en la realidad misma de vivir un espejismo, como un golpe certero en esta forma tan personal de literatura. 

lunes, 4 de junio de 2012

UNA PROMESA DESEADA Y CUMPLIDA



Es una de esas tardes calurosas en Sevilla, cuando mayo se pone el traje de agosto y los forasteros se abanican con los folletos de La Giralda y los Reales Alcázares. Hacía tiempo que Jesús Tortajada me había prometido una novela, pero como sé que su profunda humanidad lleva aparejado cierto despiste no exento de encanto, tenía la certeza de que la promesa estaba en buenas manos. Cuando el calor (la caló) dejó paso a una noche benévola, de esas de terraza y copa y charla, Jesús Tortajada, consciente de la inmensa alegría que me iba a producir, me puso en las manos un sobre. No hizo falta decir nada, yo sabía que dentro de aquel envoltorio estaba la novela prometida, la esperada (por mí) novela de su hermano Vicente Tortajada (Sevilla 1952-2003). Quise retrasar el momento de mi deseado encuentro con la novela, pero no pude resistir echar un fugaz vistazo a Flor de Cananas, editada por Renacimiento en el año 1999. Su portada, cuidada y acertadísima (sé que fue elección de Abelardo Linares), ya prometía un interior deslumbrante. A Vicente lo conocía por su poesía, honda, descarnada, real y verdadera como únicamente pueden ser los versos de los grandes, de los que atesoran en su decir la clave milimétrica de la palabra justa.
Pero a lo que vamos, a la magnifica Flor de Cananas.


De un modo novelado, Vicente Tortajada relata la vida de Pedro Vallina, medico sevillano y figura incipiente del anarquismo. Lo hace a través de unas conversaciones (bobinas) que grabó su amigo de origen irlandés Federico Padilla O´Farrell. A través de estas grabaciones, vamos conociendo a Pedro Vallina, pero también conocemos la prosa enérgica de Vicente Tortajada, su estilo sin concesiones artificiales, su hondo compromiso con la verdad, con la ética y con la estética de la literatura. Con una riqueza de vocabulario que deslumbra, el escritor sevillano nos transporta a la primera mitad del siglo pasado. Su refinada técnica narrativa, su meditada perspectiva con respecto al texto, nos hace testigos privilegiados de ese escenario inspirador que es el estilo inigualable y personal de Vicente Tortajada.
Podría seguir escribiendo sobre Flor de Cananas y sobre Vicente Tortajada, pero creo que nada puede igualar la lectura de este compendio de literatura y honestidad escritora. A buen seguro que la Editorial Renacimiento tiene aún ejemplares de esta novela para todos aquellos que deseen adentrarse en sus páginas, en su historia y en el mundo creador de Vicente Tortajada. 


jueves, 31 de mayo de 2012

TERRITORIO VILAS




Este poemario, desde su epígrafe hasta el último verso, es toda una provocación. Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962), nos lo presenta bajo el titulo de Gran Vilas. Con este libro de poemas ha conseguido el premio de poesía Ciudad de Melilla, publicado por Visor. Ya podemos vislumbrar que Manuel Vilas es libre, provocador y provocativo, y su poesía destila una vitalidad que únicamente suena a Manuel Vilas, a su originalidad a la hora de escribir. Vilas se empeña en desmontar el mundo, la política, la sociedad, la economía, con una ironía absolutas: Cómo me gusta el dinero / cómo me gustaría / ser uno de los hombres / más rico del planeta. Se debate entre cuestiones morales, siempre desde el prisma del gran Vilas, de ese personaje que unifica ficción y realidad, vida y literatura, para llegar – para llevarnos – a una verdad que debería ser incuestionable: Ser libres, al final, debería ser suficiente.



Acierta dejando atrás ciertas convenciones, tanto poéticas como sociales, y se maneja únicamente con una libertad expresiva que es, a la postre, el enérgico poder de sus versos. A veces se adentra por caminos de los que parece que no podrá salir (al menos airoso), pero siempre encuentra la senda por donde dar, una y otra vez, otra vuelta de verso, aún sabiendo que en ese recorrido puede perder algo. Su mundo es propio, podrá gustar o no, pero Manuel Vilas ha creado el universo de su otro yo, de ese gran Vilas en ocasiones desaliñado, a veces hierático, otras prisionero de la más absoluta verdad, a saber: En general, la gente se muere.
En resumen, que Manuel Vilas se enfrenta a la vida a verso descubierto, y para ello, para no caer en la tentación de frivolizar su propio mundo –poético, estético, literario-, se ayuda de ese otro Vilas, del gran Vilas que le echa una mano para salir de paseo y llegar a casa antes de que la lluvia emborrone los papeles.


miércoles, 30 de mayo de 2012

DE LA ADOLESCENCIA EN UN SÓTANO



Niccoló Ammaniti (Roma, 1966) está considerado uno de los mejores escritores italianos de su generación (este tipo de afirmaciones habría que matizarlas mucho, pero bueno...). En esta novela, Tú y yo, se adentra en el mundo de la adolescencia desde el punto de vista de la sicología de Lorenzo Cuni, su protagonista, un joven tímido, abstraído a su mundo particular que, para pasar inadvertido entre los demás, toma la determinación de mimetizarse con el grupo, de parecerse, en comportamientos y actitudes a todos cuanto le rodean. Para sacudirse la presión de sus padres, inventa una invitación a esquiar con varios compañeros de clase. En vez de eso, Lorenzo pasa esa semana en el sótano de su casa, encerrado y provisto de todo aquello que necesitará. Todo va de maravilla, según lo previsto, hasta que llega, de improviso, su hermanastra. Este hecho hará que Lorenzo se tenga que enfrentar a situaciones inesperadas, que tenga que tomar decisiones para las que piensa que no está preparado, y le llega la madurez de esa forma inesperada y brutal, haciéndose cargo de su hermanastra drogadicta.



Con un blash back inicial totalmente cinematográfico, Ammaniti nos va introduciendo en la mente de Lorenzo, para lo que le da voz propia, contándonos la historia en primera persona. De esta forma sorbemos su prosa ágil y sin concesiones, clarividente y precisa en los detalles, en esa manera bella de presentarnos la angustia de la adolescencia, sus miedos, los temores que asaltan al joven Lorenzo, su resistencia al cambio. Una narración por momentos turbadora. 


viernes, 25 de mayo de 2012

LA HABITACIÓN DEL ESCRITOR




Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), es uno de esos escritores mayúsculos, sinceros, honestos con el oficio de escribir y honesto, por encima de todo, con su propia escritura. Con su nueva entrega, Años Lentos, ha ganado el premio Tusques Editores de Novela. Un premio, dicho sea de paso, que va ganando en calidad literaria.
En esta novela se nos presentan varios velos, varios visillos que, a mi modo de ver, no ocultan, pero si intentan disimular (literariamente) la historia real. Nos podría parecer que se cuenta la historia de Julen, un joven vasco que a finales de la década de los sesenta se enrola en la incipiente ETA, en asuntos políticos que mantienen a su familia en vilo. Julen, que no es más que un joven manipulable, con mala suerte, casi un tonto al que es fácil engañar. Pero no es así. La verdadera historia es la del narrador, un niño, primo de Julen, que nos presenta el mundo a través de sus ojos, de su modo de ver las cosas. Es a través de ese niño por quien conocemos la historia de Julen, de su madre, Maripuy, enérgica, malhumorada y mandona, esclava de las convenciones sociales, de su tío Vicente (Vicentico), hombre apocado, de carácter débil, y de su prima, Mari Nieves, golfilla adolescente adicta al sexo. Todos estos personajes los son únicamente porque el niño, el narrador, los hace protagonistas.
Es pasado el tiempo cuando ese niño mantiene una relación epistolar con Fernando Aramburu, en donde va desmenuzando sus recuerdos de infancia, aquellos años (lentos) pasados en San Sebastián, con la familia de la hermana de su madre. Años desesperanzados, desalentadores, años tan lentos que parece que la memoria aún los mantiene en el presente.



La estructura de la novela alterna, de forma magistral, los recuerdos que ese adulto de ahora va epistolando a Aramburu sobre su infancia, con retazos y apuntes que el propio Aramburu hace sobre cómo, de qué forma, pretende tratar la “futura” novela, lo que nos sumerge de lleno en el mundo narrativo del escritor, en las entrañas de la misma escritura. Si pasa de la página cincuenta ya no hay marcha atrás, dice el autor en uno de esos apuntes. De esta forma, Aramburu aparece y desaparece del texto, nos da claves, pistas sobre lo narrado, nos lleva a su habitación de escritor (que casi podemos imaginar), para sacarnos luego de ella con la brusquedad de quien sabe manejar el lenguaje, del alquimista que deshilacha la historia con la maestría de un mago de las palabras.